martes, 9 de junio de 2015

Nota: Galería Reptante Por: David V. Estrada

Un texto de David V. Estrada

Nos regodeamos en una verdad de ficción, en un microcosmos que no se explica ni por sí mismo. Nos gusta dejar a terceros las decisiones que nos corresponden. Dejamos crecer el globo piñatero de la democracia y esperamos que jamás nos toquen las vicisitudes de las que hablan los revoltosos que de pronto se aparecen para robarnos la cotidianidad de nuestra tóxica vida de citadinos. Creemos que existe una ley y que existen los designios de tiempos mejores para tiempos perdidos. De pronto las leyes se quiebran, de pronto los designios se esfuman en el futuro a corto plazo.

Uno podría pensar que nuestra gente de teatro de pronto es bien clavada en sus raíces y en su formación como gente de escena y que por eso rinden y rinden tanto homenaje a los trágicos griegos. En parte es cierto y en parte conocen la vigencia que dichas piezas tienen en países eternamente colocados en la vía del subdesarrollo, así como el nuestro, donde persiste la sinrazón del poder desmedido y la creencia de que a todos se los va a cargar el payaso porque aún existe el poder soberano de un dios, aunque en estos tiempos, lo superior es lo ajeno a las leyes del hombre, es lo propio a la lógica y la conciencia humana.

La Antígona, un monólogo que toma como punto de partida un injusto caso basado en la vida real de una chica detenida en las movilizaciones de protesta del 1 de diciembre de 2012 en "El palacio legislativo de San Lázaro", narra las vicisitudes de la presa, pasando por la forma en que dentro del recinto de reclusión, tomó el mote de La Antígona por ser ella una especie de juglar que contagió a las internas con la pasión por la historia de la hermana de Polinices e hija del mítico Edipo.
Si ya pasamos por una revolución que buscó la abolición de una dictadura que sobrepasaba los intereses de un ente extraño y poco unido denominado pueblo. Si ya pasamos por una guerra sanguinaria de independencia que buscó la emancipación de una monarquía ajena a la tierra que habitamos. Si contamos con esos precedentes tan vigentes en la historia oficial de nuestro país, cómo es posible que día a día siga habiendo tanta injusticia y chingadera en todas las capas de los estratos sociales, políticos y económicos de México. Eso se cuestiona La Antígona, dando voz a múltiples perrsonajes dentro de su celda a la historia narrada por Sófocles hace 25 siglos.

Dado el caso reciente de Ayotzinapa en donde más de 43 estudiantes fueron desaparecidos y supuestamente incinerados en un basurero de Cocula Guerrero por protestar en contra de un gobierno caciquil, y dado el caso de diversos enfrentamientos, ejecuciones y desapariciones por parte del crimen organizado y las fuerzas del Estado, nuestra nación se sigue consolidando como una fosa clandestina de cientos y cientos de Polinices, hermanos sin santa sepultura, que dan como resultado Antígonas que pregonan por justicia y que caen en la locura desenfrenada al toparse con un muro infranqueable, una ley que no sirve para acatar lo que pregona, sino para consolidar el estado perfecto de la imposición del más fuerte, ruin y despiadado.

Es La Antígona un ejercicio teatral de Cecilia Ramírez Romo, fina y extenuantemente dirigido por Pilar Couto, en donde se echa mano de material audiovisual de la prensa para documentar el reino del Tebas actual donde vivimos. La obra se presenta todos los miércoles a las 20:00 hrs. hasta el 8 de julio en el Teatro La Capilla, ubicado en la calle de Madrid #13, Col. Coyoacán. México DF.

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